Toda buena historia tiene siempre un terrible villano; así como éste contará siempre con motivos para serlo (si queremos un antagonista sólido y memorable). Pero cuando la artista responsable de una gran obra comienza a destacar por sus opiniones llenas de odio y prejuicios hacia las identidades trans, invocando tal vez inconscientemente, un hechizo de cancelación sobre su carrera ¿es justo cancelar también su obra? ¿qué tan ligados deben estar el artista y su trabajo? ¿debe convertirse J. K. Rowling en La que no debe ser nombrada?
La escritora que vivió
La mágica saga creada por J. K. Rowling nos narra las aventuras de un niño llamado Harry Potter y su incursión a un universo mágico en el que él mismo termina desempeñando un papel fundamental, después de haber sido menos que un cero a la izquierda en su mundo muggle. Este mundo mitológico dio lugar a una de las sagas literarias contemporáneas de mayor éxito, y aunque en su trama se busca retratar el peor lado de la segregación, en fechas recientes, Rowling ha dado mucho de qué hablar al emitir una y otra vez opiniones retrógradas que discriminan a las identidades trans (entre otras minorías), fomentando discursos de odio, lo que muches fans hemos interpretado, y con razón, como un ataque transfóbico.
Felix Felicis
Muches conocemos la historia de la humilde madre soltera con problemas económicos, que por sacar adelante a su bebé se dio a la tarea de crear un mundo que giraba en torno al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, a donde estaba por llegar un personaje con todas las de perder (huérfano, maltratado, maldito y sin conocimiento de su pasado), lo que irónicamente, como producto literario, le daba todas las de ganar. Allí, infantes y adolescentes (incluso muches adultes) de aquella época encontraron un refugio con mágicos cimientos de letras. La magia era real, y en cualquier momento podría llegarnos una notificación vía lechuza, de que habíamos sido aceptados en aquel colegio inglés (o ya de perdis en su equivalente mexa en Catemaco).
¡Bombarda maxima!
Con el auge de las redes sociales, un comentario desafortunado es igual de efectivo que un hechizo (o incluso más) para derribar e invalidar años y años de esfuerzo invertido para alcanzar el éxito a través de por lo menos siete libros que componen la saga (sin contar los libros complementarios como lo son Animales fantásticos y dónde encontrarlos o Los cuentos de Beedle el Bardo, o la secuela con formato de guion Harry Potter y el legado maldito). Pero bien dicen que somos dueños de nuestro silencio y esclavos de nuestras palabras, ya que durante mucho tiempo, Joanne Rowling, calladita se vio más bonita.
El misterio de Lavender
Como si se tratara de una predicción resguardada en la Sala de las Profecías, el declive de Rowling se comenzó a vislumbrar desde la aparición en la gran pantalla de Lavender Brown (novia de Ron), quien fue interpretada inicialmente por dos niñas negras diferentes, aunque después, como por arte de una poción multijugos, se convirtió en una chica blanca. Mucho se dijo sobre que este cambio denotaba cierto racismo pero ¿realmente cómo era Lavender en los libros? Muchos lectores asumían que era india, negra o rubia aunque en El Príncipe Mestizo podemos leer:
«Harry volteó hacia la esquina que ella estaba indicando. Ahí, en plena vista de toda la habitación, estaba Ron abrazando tan de cerca a Lavender Brown, que era imposible decir cuáles manos eran de quién.»
¿Cuál es para ti la verdadera apariencia de Lavender Brown?
¡Revelio!
«Era alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez. El nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore».
Son muchos los personajes que Rowling nos describe a detalle, incluso en algunos casos, siendo personajes secundarios, pero curiosamente la escritora no fue muy detallista tratándose de personajes que pertenecían a una minoría.
«¡Hey tú, la chinita!»
Un caso muy curioso es el de Cho Chang, quien destaca desde su concepción. Cuando leí la saga disfruté encontrar nombres como Remus Lupin (cuyo nombre hace referencia a Rómulo y Remo, los dos hermanos que según el mito, construyeron Roma y fueron amamantados por una loba, que en italiano se dice lupa… Lupin); o el de su mujer, Nymphadora Tonks (su nombre hace clara alegoría a una ninfa, ya sea como deidad femenina o como insecto metamórfico); Draco Malfoy (su nombre puede hacer referencia a las “medidas draconianas” o “acciones hostiles”); Bellatrix LeStrange (su bello nombre puede aludir al inglés “Strange“, que significa “extraño“, “Bella“, podría significar “hermosa“, pero también deriva de “batallas” en latín, “Trix” probablemente provenga de “tricks“, que en inglés significa “trucos“); Albus Dumbledore, Luna Lovegood, Severus Snape, Pomona Sprout son de igual manera nombres con un significado casi poético en relación a su personaje. Pero ¿qué pasó con Cho Chang? ¡dos pesitos más de creatividad, porfa! Pareciera que a la autora le daba igual que el primer amor de Harry se llamara Kung Fu o Maru Chan. Por otro lado, lo único que Rowling aporta como descripción a Cho es que es «muy guapa» (parece que a Rowling ni siquiera le importa si es china, coreana, japonesa o made in Taiwan). La chinita guapa 🙂 ok…
Pareciera que la escritora inglesa solo metió a Cho Chang en sus libros cubriendo una cuota racial, llenándola de estereotipos.
«¿Blancos? check, por supollo ✔
¿pelirrojos? check ✔
¿indios? va ✔
¿negros? obvio ✔
… Ah, métele por ahí una chinita y que se llame… no sé… Cho… ¿Chang?
¡Va, y que sea novia de Harry!»
J. K. Rowling ¿la que no debe ser nombrada?
Otros casos en los que se ha puesto en entredicho la falta de empatía y la poca sensibilidad de la autora son el aspecto de los duendes banqueros y la historia del origen de Nagini (esto último en la segunda entrega de Fantastic Beasts), argumentando que los primeros son una clara referencia a la comunidad judía, por el tamaño y la forma de sus narices y su facilidad para manejar los asuntos financieros (además de una avaricia enfermiza); mientras que con la serpiente gigante, la indignación popular se basó en que Nagini originalmente era una humana (oriental) y terminó convertida en serpiente y horrocrux de Voldemort (además de ser su mascota). Por si fuera poco, se la ha cuestionado el que sus personajes femeninos con un poder considerable, tienen siempre un papel secundario, actuando a razón de algún otro personaje masculino.
J. K. Rowling y el pseudónimo siniestro
Si bien todos las acusaciones anteriores podrían pasar como curiosas y desafortunadas coincidencias, no sucede lo mismo cuando hablamos de la transfobia. Comenzando por el pseudónimo elegido para publicar sus obras fuera del universo mágico. Se cuenta que para no ser víctima del machismo al publicar sus obras (y que estas fueran rechazadas por haber sido escritas por una mujer), Joanne Rowling (Kathleen nunca ha sido parte de su verdadero nombre) decidió firmar como J. K. Rowling, usando su apellido para que su género permaneciera oculto. Hasta aquí, quienes estarían en un terrible error serían las editoriales al dar importancia al género de sus autores; esto cambia cuando conocemos el pseudónimo que la inglesa usa para firmar sus libros para adultos: Robert Galbraith.
Robert Galbraith Heath y el misterio de la escritora transfobica
Robert Galbraith fue un psiquiatra estadounidense que afirmaba que las enfermedades mentales derivaban de defectos físicos, así que los tratamientos físicos, las curarían. Al ser la homosexualidad (y cualquier desviación de la heterosexualidad) considerada una enfermedad mental por gran parte de la comunidad científica, Galbraith recurría a las terapias que buscan corregirla. Uno de sus más grandes logros fue el de someter a un paciente gay (arrestado por posesión de mariguana) a una terapia con electrodos en el área septal, asociada con los sentimientos y el placer, y en otras partes del cerebro; estos electrodos estimulaban la zona al mostrarle al paciente pornografía heterosexual (generándole orgasmos). Después del tratamiento, el paciente pudo tener relaciones sexuales con una prostituta, lo cual fue considerado un rotundo éxito. “A pesar del entorno y del estorbo que suponían todo el tiempo los cables de los electrodos, eyaculó con éxito”, aclaró el buen doctor.
Actualmente sabemos que este tipo de tratamientos son antiéticos además de inservibles e ilegales.
Harry Potter y la orden de las TERF
La caída en picada para Rowling comenzó cuando reaccionó a un artículo llamado Creando un mundo poscovid-19 más igualitario para las personas que menstrúan, twitteando en tono burlón lo siguiente: «“Personas que menstrúan”. Estoy segura de que solía haber una palabra para ellas. Que alguien me ayude. Wumben? Wimpund? Woomud?». Las redes se le fueron encima defendiendo a la comunidad trans, sumándose además muchos artistas que formaron parte de las películas basadas en sus obras, Daniel Radcliffe (Harry), Emma Watson (Hermione) y Rupert Grint (Ron) entre otres.
Por absurdo que parezca, aún hoy en día hay quien no se entera que ni todas las mujeres menstrúan ni todas las personas que lo hacen son mujeres.
Lecciones del maestro del horror
Tal vez uno de los tragos más amargos que ha tenido que aguantar la escritora debido a su falta de sensibilidad (aunque seguramente llegará otro que lo supere, c’est la vie, mon ami), fue cuando el escritor Stephen King compartió un tweet de Rowling en donde condenaba la violencia de los hombres contra las mujeres. “Los hombres a menudo reaccionan a las palabras de las mujeres, al hablar y al escribir, como si fueran actos de violencia. A veces los hombres reaccionan a las palabras de las mujeres con violencia. No es odioso que las mujeres hablen de sus propias experiencias, ni tienen que sentir vergüenza por hacerlo”
Obviamente la escritora agradeció el acto además de declarar su admiración por King: “Siempre he venerado a Stephen King, pero hoy mi amor alcanzó —tal vez no los niveles de Annie Wilkes— sino nuevas alturas. Es mucho más fácil para los hombres ignorar las preocupaciones de las mujeres o menospreciarlas, pero nunca olvidaré a los hombres que se pusieron de pie cuando no lo necesitaban. Gracias Stephen”. Una hora después, un usuario cuestionó al despistado escritor (❤️), poniéndolo al día sobre la posición TERF de Rowling, a lo que el autor de It contestó con cinco palabras que fueron más escalofriantes para la británica que cualquier maldición imperdonable: «Yes. Trans women are women.»
Rowling reaccionó borrando la alabanza hacia King. No hay palabras. ¡Gracias Stephen!
J. K. Rowling y las reliquias de su carrera
En algunos libros de la escritora firmados con su pseudónimo, el tema de la transfobia ya había sido dilucidado. El detective protagonista se había enfrentado a sospechosas transexuales que reforzaban estereotipos, además de que este usaba amenazas contra ellas (con respecto a lo que les pasaría de terminar en una prisión masculina) como si fuera la cosa más natural del mundo. Además, en su más reciente creación, Troubled Blood, Rowling reafirma su postura TERF.
En la obra, Cormoran Strike, el mismo detective privado que había amenazado a transexuales, se enfrenta ahora al más terrible de los villanos: un travesti que en sus ratos libres, es un asesino en serie. Tal vez el hecho por sí solo no habría dado de qué hablar, pero con todos los antecedentes que tiene la escritora, la trama nos da mucho en qué pensar.
“Me niego a inclinarme ante un movimiento que creo que está haciendo un daño demostrable al buscar erosionar a la ‘mujer’ como clase política y biológica y ofrecer cobertura a depredadores como pocos antes”
J. K. Rowling con respecto a su postura ante el activismo trans.
¿Es momento de cancelar a los artistas cuyo mensaje lastime a sectores de la población?
¿Seguirás consumiendo el arte de personas con ideas reaccionarias y conservadoras?
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