#EroticGayTales – «Yo me sentía en sus manos, totalmente vulnerable y expuesto a sus deseos. Eso era algo nuevo para mí. Y eso me gustaba»

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“Soy delgado, medio marcado. No llego a ser peludo pero lampiño no soy. Soy moreno claro y lo que considero mi mayor atractivo es mi sonrisa. Tengo veinticinco años y me mide dieciocho centímetros” (foto: Andrés B. Durán)

Primera y única vez que hablaré de esto ¿me entiendes? Y sólo si es de forma anónima. No es un tema con el que me sienta cómodo, pero si prometes no revelar mi identidad, podemos platicar.

Nunca he tenido broncas con los gays mientras me respeten. Tengo muy buenos amigos que lo son y me gusta su desmadre. Fue por una pareja de ellos que comencé a frecuentar las fiestas donde me conociste. ¿Qué cómo eran esas fiestas? ¡tú lo sabes mejor que nadie! Pero bueno, trataré de describirlas. Éstas reuniones estaban bien locas. Onda Studio 54 ¿sabes? Gente extravagante y super rara: modelos, artistas, fotógrafos, escritores… una vez llegó alguien con un chango ¡sí, un changuito real! La chava que lo llevó traía una fijación bien rara que puros tragos con plátano pedía. Banana algo’, se llamaban.

Andy

Pero bueno, lo que te interesa es lo de Andy. Esa noche llegó con unos taconzotes y con la boca pintada de un color que sus amigas llamaban ‘azul casi violento’, pero lo que más llamaba la atención, por lo menos a mi, era su pelo azul cielo. ¡No era peluca, era real! y traía una coronita como de plástico que echaba luces. Llamaba mucho la atención pero creo que lo que me cautivó fue su actitud elegante, sutil y femenina que contrastaba con su barba tupida y sus brazos fornidos. ¡No te rías, es neta! Sí, su barba también era tan azul  como su pelo y, como diría más tarde, también su vello corporal. ¿Drags les dicen, no?

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“lo que me cautivó fue su actitud elegante, sutil y femenina que contrastaba con su barba tupida y sus brazos fornidos” (foto: Ladybeard)

Pues resultó que Carlos y Omar, los weyes con los que iba, conocían a Andy y acabamos en la misma mesa. Yo noté que él me veía con insistencia. No es por nada pero pues sé que estoy galán. Desde los quince años, tu gremio se me insinúa. Obvio con las chavas también tengo mucho pegue. Ahora sí que donde pongo el ojo, pongo la bala.

¿Que cómo soy?

Ok. Soy delgado, medio marcado. No llego a ser peludo pero lampiño no soy. Soy moreno claro y lo que considero mi mayor atractivo es mi sonrisa ¡que no, que no la ensayo! ¡así es! Tengo veinticinco años y me mide dieciocho centímetros. Bien ¿no? ¿tú qué opinas?

Si no mal recuerdo, yo estaba tomando whisky, uno medio corrientón, pero para eso alcanzaba. En eso como a la una de la mañana, se me acerca Andy tambaleándose con su caminar de macho entaconado y un vaso del whisky más caro que vendían allí. Sí me sacó de onda pero pues qué le hacemos… Te digo que ya en otras ocasiones algún wey me había echado el ojo. Se lo acepté, obvio y platicamos un rato. Yo ya andaba borracho, si no, yo creo que no habría pasado más. Ahorita que me acuerdo, yo en mi peda sentía que hablaba con una vieja y pensaba «qué chida morra, es de las que agarra la onda», mientras la veía de reojo las gruesas piernas y cada que podía le miraba el escote. Si lo pienso, es raro; yo sabía que debajo de ese escote no encontraría nada que yo no tuviera. O casi, porque Andy pues está musculoso y es un poco más peludo que yo. Supongo que también lo has sentido. Ese deseo que te da lo diferente. Una necesidad morbosa de meter la mano bajo su falda y ver qué encuentras ¿neta no? Nomás te haces…

Al calor de las copas

El chiste es que mientras hablábamos yo no me quitaba de la cabeza que si estuviéramos solos, ya le habría hecho de todo. Recuerda que es anónimo esto, ¿eh?

Lo curioso también era cómo me trataba. A pesar de que ya antes lo habían intentado, Andy tenía un trato especial, diferente. Demostraba atención hacia mí, pero no mostraba ningún interés sexual. Creo que hasta era yo el más interesado. Te digo que ya andaba borracho. Pinche Andy me compró otros tres tragos y pues yo me dejé consentir. Supongo que es lo que siente una mujer cuando la van conquistando de a poco.

Pues vámonos

Para no hacértela larga ¡oh, sin albur! para no hacer largo el relato, nos quedamos tomando hasta que acabó la fiesta. Carlos y Omar se me habían desaparecido desde hacía un rato y con la plática yo ni había notado la hora. Como las tres o cuatro, no estoy seguro. El caso es que sólo quedaba nuestra mesa. Andy, yo y otras tres amigas suyas. O amigos. Bueno, como él.

Ya en la calle me pregunta Andy que a dónde voy. Todo el desmadre de sus amigas queda en silencio y siento cómo, en coro me voltean a ver disimuladas.

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“qué chida morra, es de las que agarra la onda”

A mí me valió madre, yo estaba cansado y algo caliente. Ni sé qué le contesté pero terminé en su camioneta de copiloto. Seguimos hablando de cualquier tema hasta que en el primer semáforo en rojo, jugando y con no sé qué pretexto, Andy me agarró la pierna. Me sacó de onda, pero también me excitaba. Tuve una erección. Tomé su mano, que hasta en ese momento noté que era más grande que la mía y la encaminé hacia mi entrepierna. Andy me voltea a ver y yo también a él mientras le dirijo mi mejor sonrisa. Justo en eso, el semáforo cambia a verde.

¿Y tú jalas?

«¡Puta madre!» pensé y al ver mi frustración Andy soltó una risa grave, masculina, que hizo que de su barba cayera un poco de brillantina mientras aceleraba y me dejaba con una visible tienda de campaña en los pantalones.

Después de eso Andy se hizo el loco y me siguió platicando de videojuegos, creo. Ni siquiera habíamos decidido el destino de nuestro viaje. Era lo de menos, yo quería ver en dónde terminaba aquello. Sé que me estaba exponiendo, iba con un desconocido de madrugada, en una carretera sola y oscura hacia Quien Sabe Donde y en evidente estado de ebriedad. Pero el sentirme vulnerable me prendía cabrón. Podía oler el alcohol en su aliento, mezclado con su loción amaderada. En plena carretera se orilló y, adelantándose a lo que pudiera ocurrir, mi miembro volvió a endurecerse.

—¿Y tú qué onda, jalas?— me preguntó. de primera no entendí la pregunta pero me tomó un segundo procesarla.

—Pues ¿por qué no?— le contesté sonriendo de nuevo, iluminado solo por la luz interna de su camioneta roja.

Llegó la hora

Mis ajustados jeans negros estaban a punto de reventar con lo que se erguía entre mis piernas y Andy le dio prioridad al asunto. Desabrochó mis pantalones y de la bragueta emergió mi verga cubierta por los boxers blancos que traía puestos. Sí, de esos pegaditos. Ya era visible una evidente gota de lubricante sobre ellos y esto me causó algo de vergüenza, pero enseguida Andy se inclinó sobre ellos y frotó mi miembro contra su cara. ¡Yo estaba a mil! Ver a un tipo super masculino tallando su rostro contra mi ropa interior, llenándola de brillantina azul era algo nuevo y a la vez excitante. Yo le acariciaba su pelo largo y celeste mientras él de reojo me miraba con sus iris aceitunados. Usando los dientes, en un movimiento magistral, hizo a un lado mis boxers liberando mi pene de la ropa interior, haciendo que golpeara con fuerza mi abdomen por la inercia al regresar a su posición natural. De inmediato se puso a lamerlo con avidez; yo sólo gemía, no sabía qué otra cosa hacer mas que disfrutar.

Después de repasar varias veces su lengua sobre mi pene erecto, introdujo mi glande en su boca haciendo que me estremeciera. Te juro que nunca había disfrutado tanto una mamada. Yo me retorcía sin importarme los autos que pasaban presurosos a nuestro lado. Tal vez unos cuatro.

Last Nite

Mientras me acariciaba las bolas, iba abriendo más la garganta hasta tragarse por completo mi miembro varias veces, mientras yo empujaba con fuerza su cabeza hacia mi negro pubis. Después de un rato Andy se enderezó y me miró indeciso. Yo estaba extasiado y totalmente dispuesto a lo que pudiera pasar, supongo que él notó eso en mis ojos; alzó su brazo izquierdo para apagar la luz y me besó. En la oscuridad no hubo preámbulos, sentí su lengua recorriendo mis labios de arriba abajo mientras con mis nervios yo trataba de corresponderle. Él me acariciaba la cara y yo me seguía masturbando con la mano izquierda, mientras que con la derecha sentía su bíceps tenso y suave.

El beso fue largo, nuestras lenguas bailaban al ritmo de Last Nite, de los Strokes que sonaba en el estéreo de su auto.

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“¿Y tú qué onda, jalas?”

Azul, pintado de azul

¿Qué pensaba yo? ¡Mil cosas! Andy es un ser muy atractivo, te lo digo yo que me considero heterosexual a pesar de todo, pero el hecho de estar en esa situación seguía poniéndome en conflicto. Decidí que si ya estaba en esto, lo mejor era entrarle con todo. Aparté mi mano de su brazo y la fui moviendo acariciando su escotado pecho hasta llegar a su cintura. Mi pudor momentáneo me obligó a evitar la zona de conflicto y posé mi mano en su rodilla mientras pensaba «ya estás en esto ¡sé un hombre y lánzate dentro de la falda de ese señor!».

Fui tocando palmo a palmo sus muslos calientes y aterciopelados, mientras Andy entendía la señal y, abriendo las piernas, se deshacía de su ropa interior. Mi mano continuó el camino hasta encontrar su sexo erecto; además del mío, nunca había tenido otro en mis manos y la sensación que tuve fue extrañamente agradable. No era muy largo. De unos quince centímetros pero mucho más grueso que el mio; al tocarlo su circunferencia me hizo pensar en una lata de desodorante en aerosol. Encendí la luz para ver lo que me tocaba: su miembro rígido emergía de un nido de pelillos azules y culminaba en un reluciente y húmedo glande circuncidado.

Sin que nos vean

Andy reclinó su asiento hacia atrás, indicando sin palabras lo que deseaba. Mi boca inexperta comenzó a chupar ese pene grueso de vellos teñidos. Al ser un principiante en esos asuntos, sin quererlo me provoque arcadas yo solo varias veces, pero puedo decir que tanto él como yo disfrutamos lo que ocurría.

Después de un rato Andy me ordenó que me bajara del vehículo, mientras él abría la puerta de su lado para hacer lo mismo y caminar decidido hacia mí, quedando ocultos a la vista de los demás automovilistas por la enorme camioneta.

Hubo otro beso, ahora iniciado y dirigido por . Fue mucho más corto, siendo ahora los protagonistas nuestros genitales, que chocaban como espadas en una placentera batalla. Siguiendo con el beso, Andy me acorraló contra la camioneta; mientras con su boca estimulaba mi cuello, sus manos hábiles terminaron por despojarme de mis pantalones y mi ropa interior, quedándome tan solo con mi playera y un par de tines en la orilla de la carretera.

Hora de… ¿perder?

Después de unos minutos de darme más placer oral, Andy se irguió volviendo a quedar uno frente al otro, mientras con sus manos en mi cadera me indicaba que me diera la vuelta para quedar de espaldas a él.

La posesión más valiosa para un hombre heterosexual –un macho real que se jacte de ello-, es su castidad anal. Muchos como yo hasta ese día, ni nos imaginamos el placer que puede estar oculto en esa zona prohibida, ignorada e inexplorada. Al darme la vuelta yo me sabía expuesto a lo último que mantenía mi «hombría» intacta: ya había dado y recibido sexo oral, incluso nos habíamos besado ¿estaba yo listo para cruzar la frontera final? Aunque ya esperaba que ese movimiento dejaría expuesta esa parte de mí, quedando totalmente a su merced, no veía venir lo que estaba a punto de ocurrir.

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“ya estás en esto ¡sé un hombre y lánzate dentro de la falda de ese señor!” (foto: Ladybeard)

Vulnerable

Yo me mantenía de pie apoyando mis manos en la camioneta, expectante e hipersensible por la situación. Andy, acercándose por detrás continuaba besando mi cuello y espalda mientras apretaba con fuerza mis nalgas. Yo me sentía en sus manos, totalmente vulnerable y expuesto a sus deseos. Eso era algo nuevo para mí. Y eso me gustaba.

Con ligeros golpes en mis pies, Andy me indicó que abriera las piernas mientras que con su brazo derecho inclinaba mi torso hasta recargarlo sobre la ventana que tenía enfrente, al mismo tiempo que masajeaba mi trasero con notable experiencia, provocando que yo arqueara aún más mi espalda hacia arriba.

¡Queeee!

Sin avisarlo, Andy colocó su cara entre mis nalgas y con su lengua girando, entrando y saliendo me hizo gemir y retorcerme como nunca antes lo había hecho. Además de ser muy placentera, la estimulación recibida con su lengua preparó mi cuerpo para recibir a Andy. Incluso aumentó mi deseo de tenerlo dentro y fue fundamental para que todo fluyera.

Fue entonces que lo sentí entrar. Su grueso sexo provocó, de inicio, una sensación incómoda y extraña; pero cuando mi cuerpo lo asimiló, entraba y salía con una facilidad que no me hubiera imaginado. Sentir la fuerza con la que él me sujetaba por detrás con sus robustos brazos y la energía con la que me penetraba me excitaba en extremo. En cuestión de diez minutos mi esfínter cedió lo suficiente como para que el sexo fuera realmente delicioso. Con una estocada fuerte y profunda que estimuló mi recién descubierta próstata, sentí como Andy se vaciaba dentro de mí mientras introducía su lengua en mi boca. Esa húmeda sacudida tuvo en mí un efecto igual de placentero, provocando que eyaculara un fuerte chorro de semen sobre la puerta de la camioneta mientras apretaba con fuerza su manija.

Azul casi violento

Por un momento quedamos abrazados, fuera de nosotros, jadeando y unidos por unos centímetros de carne mientras yo sentía cómo el miembro de Andy comenzaba a retraerse y él me mordía con suavidad la espalda.

Y eso fue todo. Me llevó a mi casa y quedamos como amigos. A pesar de que nos encontramos en varias ocasiones durante las siguientes fiestas, nunca volvió a pasar nada entre nosotros, aunque tampoco ninguno de los dos lo ha buscado. Lo único que me quedó de esa noche fue el recuerdo de una experiencia que no me arrepiento de haber vivido y las marcas de su lipstick azul casi violento por todo mi cuerpo.”

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*The Queer Guru recomienda SIEMPRE el uso del preservativo en TODAS tus relaciones sexuales.